LOS STUPRA


I

Las bestias primitivas cubrían a galopa,
con glandes albardados en sangre y excremento.
Nuestros padres mostraban con orgullo su miembro,
el pliegue de la vaina y las bolsas rugosas.

En la edad media, a la hembra, ya fuera ángel o gocha,
le era preciso un mozo de sólido ornamento;
hasta al mismo Kleber, si el culote es sincero,
no han debido faltarle los recursos que te honran.

El humano al mamífero más altivo es igual;
el grandor de su miembro sin razón nos extraña;
pues sonó la hora estéril: el caballo fugaz.

y el buey han embridado sus ardores; ya nada
ni nadie osa arbolar su orgullo genital
por boscajes que puebla una grotesca infancia.

II

Nuestros glúteos no son iguales a sus glúteos
He visto a gente en cueros, detrás de los vallados,
y a niños, cuando juegan libremente en el baño,
los planos y las huellas que ofrecen nuestros culos.

Más firmes, aunque a veces, con un color blancuzco,
y distintos niveles que entolda el emparrado
de los pelos. En ellas, sólo florece el raso
por su raja embrujada, raso largo y profuso.

Con una maestría que embriaga y maravilla
que sólo vi en los ángeles de las pinturas sacras
simulan un carrillo donde anida una risa.

¿Estar, así, desnudos, encontrar gozo y calma,
con la frente inclinada hacia su oronda dicha
y libres, los dos juntos, susurrar una lágrima?

III

Tan oscuro y fruncido como un clavel morado,
respira humildemente, entre el musgo, al abrigo,
húmedo aún de amor, con dulzura escurrido
entre las blancas nalgas hasta su centro orlado.

Hilillos semejantes a lagrimones lácteos
han llorado en el viento cruel, que al no admitirlos
los lanza entre los cuajos de unos lodos rojizos
hasta perderse donde han sido convocados.

Mi sueño se embocó, tenaz, a su ventosa;
mi espíritu, envidioso del coito material,
hizo de él lagrimal y nido de sus quejas.

Es la oliva convulsa, es la flauta mimosa,
el tubo por do baja la almendra celestial
Canaán femenino que la humedad apresa.


Arthur Rimbaud

M. Duras


Me dije que uno escribe siempre sobre el cuerpo muerto del mundo y también sobre el cuerpo muerto del amor. Que es en los estados de ausencia donde se hunde el escrito, no para reemplazar nada de lo que ha sido vivido o supuestamente ha sido, sino para consignar el desierto dejado por ello.

Marguerite Duras

El puente


Yo era rígido y frío, yo estaba tendido sobre un precipicio; yo era un puente. En un extremo estaban las puntas de los pies; al otro, las manos, aferradas; en el cieno quebradizo clavé los dientes, afirmándome. Los faldones de mi chaqueta flameaban a mis costados. En la profundidad rumoreaba el helado arroyo de las truchas. Ningún turista se animaba hasta estas alturas intransitables, el puente no figuraba aún en ningún mapa. Así yo yacía y esperaba; debía esperar. Todo puente que se haya construido alguna vez, puede dejar de ser puente sin derrumbarse.
Fue una vez hacia el atardecer -no sé si el primero y el milésimo-, mis pensamientos siempre estaban confusos, giraban siempre en redondo; hacia ese atardecer de verano; cuando el arroyo murmuraba oscuramente, escuché el paso de un hombre. A mí, a mí. Estírate puente, ponte en estado, viga sin barandales, sostén al que te ha sido confiado. Nivela imperceptiblemente la inseguridad de su paso; si se tambalea, date a conocer y, como un dios de la montaña, ponlo en tierra firme.
Llegó y me golpeteó con la punta metálica de su bastón, luego alzó con ella los faldones de mi casaca y los acomodó sobre mi. La punta del bastón hurgó entre mis cabellos enmarañados y la mantuvo un largo rato ahí, mientras miraba probablemente con ojos salvajes a su alrededor. Fue entonces -yo soñaba tras él sobre montañas y valles- que saltó, cayendo con ambos pies en mitad de mi cuerpo. Me estremecí en medio de un salvaje dolor, ignorante de lo que pasaba. ¿Quién era? ¿Un niño? ¿Un sueño? ¿Un salteador de caminos? ¿Un suicida? ¿Un tentador? ¿Un destructor? Me volví para poder verlo. ¡El puente se da vuelta! No había terminado de volverme, cuando ya me precipitaba, me precipitaba y ya estaba desgarrado y ensartado en los puntiagudos guijarros que siempre me habían mirado tan apaciblemente desde el agua veloz.


Franz Kafka

Tú escribes


Tú escribes para cambiar el mundo, sabiendo perfectamente bien que probablemente no puedas hacerlo, pero también sabiendo que la literatura es indispensable para el mundo... El mundo cambia de acuerdo a la forma en que la gente lo ve, y si tú modificas, aunque sea por un milímetro, el rumbo, la gente lo vería como una realidad; entonces tú puedes cambiarlo.

James Baldwin

EL SUEÑO DEL PRÍNCIPE


Marya Aleksandrovna Moskalyova es, por supuesto, la primera dama de Mordasov. De esto no cabe la menor duda. Se comporta como si no necesitara de nadie y, por el contrario, como si todos necesitaran de ella. Verdad es que nadie le tiene afecto, mejor aún, que muchos la detestan cordialmente; ello no quita que todos la teman, que es lo que ella quiere. Esto es ya señal de alta política. ¿Por qué, por ejemplo, Marya Aleksandrovna, que es aficionadísima a las habladurías y no pega ojo en toda la noche si la víspera no se ha enterado de algún chisme, por qué sabe conducirse, no obstante, de modo que quien la mire no sospechará que esta grave señora es la chismosa más grande del mundo o por lo menos de Mordasov? Se pensaría más bien que el chismorreo debiera desaparecer en su presencia, que los murmuradores debieran ruborizarse y temblar como escolares ante el señor maestro, y que la conversación debiera versar sólo sobre los temas más elevados. Por ejemplo, ella sabe de algunos vecinos de Mordasov cosas tan sorprendentes y escandalosas que si las contara en ocasión oportuna y las demostrara como ella sabe demostrarlas, provocaría en Mordasov un terremoto como el de Lisboa. Sin embargo, es muy discreta en cuanto a esos secretos y los revela sólo en situaciones extremas y sólo a sus amigos mas íntimos. Ella se limita a dar sustos, insinúa que sabe algo y prefiere mantener a ese caballero o aquella dama en estado de terror constante a darles el golpe de gracia. ¡Esto es talento, esto es táctica! (...)

Fedor Dostoiewski

El conocimiento silencioso


El hombre racional, al aferrarse tercamente a la imagen de sí mismo, se garantiza una ignorancia abismal. Ignora el hecho de que el chamanismo no es cuestión de encantamientos y abracadabras, sino que es la libertad de percibir no sólo el mundo que se da por sentado, sino todo lo que es humanamente posible lograr. Tiembla ante la posibilidad de ser libre, y la libertad está al alcance de su mano.
El problema del hombre es que intuye sus recursos ocultos pero no se atreve a utilizarlos. Por eso dicen los guerreros que el problema del hombre es el contrapunto que crean su estupidez y su ignorancia. El hombre necesita ahora, más que nunca, que le enseñen nuevas ideas que tengan que ver exclusivamente con su mundo interior; ideas de chamanes, no ideas sociales; ideas relativas al enfrentamiento del hombre con lo desconocido, con su muerte personal. Ahora, más que nunca, necesita que le enseñen los secretos del punto de encaje.


Carlos Castaneda

LA CONSERVACION DE LOS RECUERDOS


Los famas para conservar sus recuerdos proceden a embalsamarlos en la siguiente forma: Luego de fijado el recuerdo con pelos y señales, lo envuelven de pies a cabeza en una sábana negra y lo colocan parado contra la pared de la sala, con un cartelito que dice: "Excursión a Quilmes", o: "Frank Sinatra".
Los cronopios, en cambio, esos seres desordenados y tibios, dejan los recuerdos sueltos por la casa, entre alegres gritos, y ellos andan por el medio y cuando pasa corriendo uno, lo acarician con suavidad y le dicen: "No vayas a lastimarte", y también: "Cuidado con los escalones." Es por eso que las casas de los famas son ordenadas y silenciosas, mientras en las de los cronopios hay una gran bulla y puertas que golpean. Los vecinos se quejan siempre de los cronopios, y los famas mueven la cabeza comprensivamente y van a ver si las etiquetas están todas en su sitio.

Julio Cortázar

Roberto Arlt


El futuro es nuestro, por prepotencia de trabajo. Crearemos nuestra literatura, no conversando continuamente de literatura, sino escribiendo en orgullosa soledad libros que encierran la violencia de un "cross a la mandíbula. Sí, un libro tras otro, y "que los eunucos bufen".

Roberto Arlt

Atavismo

¿ves borroso en los bordes?
y si destrozas la obra cromática aquélla de tus padres ¿reconocerías los colores?

¿el dolor elegido en las piezas en los pedazos por decir? azul cielo
blanco piedra transparente

¿arrancarás la imprecisión la verdad que une ésta y aquélla intercesor
mediador de la defensa de los hombres?

Alejandro Tarrab