Hoja de otoño


Una brizna de pasto dijo un día a una hoja de otoño:
- Tú produces, al caerte, un bullicio que perturba mi sueño.
- Vil de origen - contestóle la hoja de otoño fuera de sí -. Grosera y deslenguada, ¿dónde tienes los sueños si tú vives pegada a la podredumbre, lejos de la música del cielo, sin tener cómo distinguir entre el canto y el maullido?
Dijo esto la hoja de otoño y cayó al suelo.
Y durmió, y cuando llegó la primavera, se despertó de su modorra y se sintió metamorfoseada: habíase vuelto una brizana de pasto.
Vino el otoño con sus vientos y con su triste melancólico cielo.
Embargó a aquella hojita de otoño el sueño de invierno
y comenzó el viento a esparcir a su derredor las hojas marchitas de los árboles.
Enfadada, murmuraba entre sí:
- ¡Uf!, las groseras hojas del otoño...
¡Qué bullicio producen al caer que perturba los sueños de mi invierno!

Kalil Gibran

Las palabras y las cosas


(Las meninas)

El pintor está ligeramente alejado del cuadro. Lanza una mirada sobre el modelo; quizá se trata de añadir un último toque, pero también puede ser que no se haya dado aún la primera pincelada. El brazo que sostiene el pincel está replegado sobre la izquierda, endirección de la paleta; está, por un momento, inmóvil entre la tela y los colores. Esta mano hábil depende de la vista; y la vista, a su vez, descansa sobre el gesto suspendido. Entre la fina punta del pincel y el acero de la mirada, el espectáculo va a desplegar su volumen. Pero no sin un sutil sistema de esquivos. Tomando un poco de distancia, el pintor está colocado al lado de la obra en la que trabaja. Es decir que, para el espectador que lo contempla ahora, está a la derecha de su cuadro que, a su vez, ocupa el extremo izquierdo. Con respecto a este mismo espectador, el cuadro está vuelto de espaldas; sólo puede percibirse el reverso con el inmenso bastidor quelo sostiene.

Michel Foucault

El fuego interno


Lo desconocido es algo que está velado para el hombre, amparado quizá en un contexto aterrador; pero aun así está al alcance del hombre. En cierto momento, lo desconocido se convierte en conocido. Lo que no se puede conocer, en cam­bio, es lo indescriptible, lo impensable, lo incon­cebible. Es algo que jamás conoceremos y que sin embargo está ahí, deslumbrante y a la vez horro­roso en su vastedad.

Carlos Castaneda