Soledad





Soledad,
aquí están mis credenciales,
vengo llamando a tu puerta
desde hace un tiempo,
creo que pasaremos juntos temporales,
propongo que tú y yo nos vayamos conociendo.

Aquí estoy,
te traigo mis cicatrices,
palabras sobre papel pentagramado,
no te fijes mucho en lo que dicen,
me encontrarás
en cada cosa que he callado.

Ya pasó
ya he dejado que se empañe
la ilusión de que vivir es indoloro.
Que raro que seas tú
quien me acompañe, soledad,
a mi, que nunca supe bien
cómo estar solo.




Jorge Drexler

Este pan que yo parto


Este pan que yo parto fue alguna vez avena,
este vino en un árbol extranjero
se zambulló en su fruta;
durante el día el hombre y por la noche el viento
segaron las cosechas, rompieron el gozo de la uva.

Alguna vez, en este vino, la sangre del verano
golpeteaba en la carne que vestía la viña,
un día en este pan
la avena al viento era alegría,
el hombre rompió el sol, abatió el viento.

Esta carne que partes, esta sangre a la que dejas
sembrar desolación entre las venas
fueron avena y uva
nacieron de la raíz sensual y de la savia;
mi vino que te bebes, el pan que me arrebatas.

Dylan Thomas

CONFESIONES DE UN ARTISTA DE MIERDA


Estoy hecho de agua. Jamás se darán cuenta de ello, porque la tengo contenida. También mis amigos están hechos de agua. Todos. Para nosotros, el problema no sólo radica en que debemos andar sin ser absorbidos por la tierra, sino que debemos ganarnos la vida.
En realidad, hay un problema aún mayor. No nos sentimos cómodos en ninguna parte. ¿Por qué? (...)

Philip K. Dick


Un supermercado en California


Qué cosas pienso de ti esta noche, Walt Whitman, porque caminé
por las calles laterales, bajo los árboles con dolor de cabeza y
consciencia de mí mismo mirando la luna llena.
En mi hambriento cansancio, y en busca de imágenes que
comprar, entré al supermercado de frutas de neón, soñando con tus enumeraciones!
¡Qué melocotones y qué penumbras! ¡Familias al completo
haciendo la compra por la noche! ¡Pasillos llenos de maridos!
¡Esposas donde los aguacates, bebés donde los tomates!
— y tú, García Lorca, ¿qué estabas haciendo tú allá abajo junto a las sandías?
Te vi Walt Whitman, sin hijos, viejo mendigo solitario, hurgando
entre las carnes del refrigerador y echándole el ojo a los muchachos de las verduras.
Te oí hacerles preguntas a todos: ¿Quién mató las chuletas de cerdo? ¿Qué valen los plátanos? ¿Acaso eres tú mi Angel?
Yo anduve entrando y saliendo de entre las brillantes montañas
de latas siguiéndote, perseguido en mi imaginación por el detective del almacén. Caminamos a grandes zancadas por los abiertos corredores,
juntos en nuestro solitario capricho catando alcachofas, poseyendo
cada una de las exquisiteces congeladas, y sin pasar ni una sola vezpor caja.

ALLEN GINSBERG