Y de pronto anochece

Cada uno está solo sobre el corazón de la tierra
traspasado por un rayo de sol:
y de pronto anochece.

Salvatore Quasimodo

Who Wants To Live Forever


No hay tiempo para nosotros
No hay lugar para nosotros
Qué es esta cosa que crea nuestros sueños que a pesar de todo se nos escapan

Quién quiere vivir para siempre
Quién quiere vivir para siempre

No hay oportunidad para nosotros
Está todo decidido para nosotros
Este mundo tiene sólo un buen momento desechado para nosotros

Quién quiere vivir para siempre
Quién quiere vivir para siempre

Quién se atrevería a amar para siempre
Cuando el amor debe morir

Mas toca mis lágrimas con tus labios
Toca mi mundo con tus dedos
Y podemos tener para siempre
Y podemos amar para siempre
Para siempre es nuestro día de hoy

Quién quiere vivir para siempre
Quién quiere vivir para siempre
Para siempre es nuestro día de hoy

Sin embargo, ¿Quién espera para siempre?

QUEEN

¿Quién?

¿Quién escucha a Quién cuando hay silencio?
¿Quién empuja a Quién, si uno no anda?
¿Quién recibe más al darse un beso?
¿Quién nos puede dar lo que nos falta?

¿Quién enseña a Quién a ser sincero?
¿Quién se acerca a Quién nos da la espalda?
¿Quién cuida de aquello que no es nuestro?
¿Quién devuelve a Quién la confianza?

¿Quién libera a Quién del sufrimiento?
¿Quién acoge a Quién en esta casa?
¿Quién llena de luz cada momento?
¿Quién le da sentido a la Palabra?

¿Quién pinta de azul el Universo?
¿Quién con su paciencia nos abraza?
¿Quién quiere sumarse a lo pequeño?
¿Quién mantiene intacta la Esperanza?

¿Quién está más próximo a lo eterno:
el que pisa firme o el que no alcanza?
¿Quién se adentra al barrio más incierto
y tiende una mano a sus “crianzas”?

¿Quién elige a Quién de compañero?
¿Quién sostiene a Quién no tiene nada?
¿Quién se siente unido a lo imperfecto?
¿Quién no necesita de unas alas?


Luis Guitarra

Ver y escuchar:

El recipiente sediento


Un hombre estaba perdido en el desierto, destinado a morir de sed. Llegó a una cabaña vieja, sin ventanas y sin techo. El hombre anduvo por ahí y se encontró con una pequeña sombra donde protegerse del calor y el sol del desierto. Mirando a su alrededor, vio una vieja bomba de agua, toda oxidada. Se arrastró hacia allí, tomó la manivela y comenzó a bombear y a bombear sin parar, pero nada sucedía. Desilusionado, cayó postrado hacia atrás, y entonces notó que a su lado había una botella vieja. La miró, la limpió de todo el polvo que la cubría, y pudo leer que decía: “Usted necesita, primero preparar la bomba con toda el agua que contiene esta botella mi amigo, después, por favor tenga la gentileza de llenarla nuevamente antes de marcharse”. El hombre desenroscó la tapa de la botella, y vio que estaba llena de agua. ¡Llena de agua! De pronto, se vio en un dilema: si bebía aquella agua, él podría sobrevivir, pero si la vertía en esa bomba vieja y oxidada, tal vez obtendría agua fresca, y podría tomar toda el agua que quisiese otal vez no. Tal vez, la bomba no funcionaría y el agua de la botella sería desperdiciada. ¿Qué debía hacer? ¿Derramar el agua en la bomba y esperar a que saliese agua fresca, o beber el agua vieja de la botella e ignorar el mensaje? ¿Debía perder toda el agua, con la esperanza de que aquellas instrucciones, poco fiables, escritas no sabía cuánto tiempo atrás, fueran ciertas?


POR ESTA VEZ, LES PROPONGO A LOS LECTORES QUE TERMINEN EL CUENTO... LUEGO LES MUESTRO EL FINAL... ¡SALUDOS!

AUTORES: Jaume Soler y M. Mercè Conangla

Hormigas

Tracey Hill era niña en un pueblo de Connecticut, y
practicaba entretenimientos propios de su edad, como
cualquier otro tierno angelito de Dios en el estado de
Conecticut o en cualquier otro lugar de este planeta.
Un día, junto a los compañeritos de la escuela, Tracey
se puso a echar fósforos encendidos en un hormiguero.
Todos disfrutaron mucho de este sano esparcimiento
infantil: pero a Tracey la impresionó algo que los demás
no vieron, o hicieron como que no veían, pero que a ella
la paralizó, y le dejó para siempre, una señal en la memoria:
ante el fuego, ante el peligro, las hormigas se separaban
en parejas, y de a dos, bien juntas, bien
pegaditas, esperaban la muerte.

Eduardo Galeano

Ausencia

Dejaré que muera en mí el deseo
de amar tus ojos dulces,
porque nada te podré dar sino la pena
de verme eternamente exhausto.
No obstante, tu presencia es algo
como la luz y la vida.
Siento que en mi gesto está tu gesto
y en mi voz tu voz.
No quiero tenerte porque en mi ser
todo estará terminado.
Sólo quiero que surjas en mí
como la fe en los desesperados,
para que yo pueda llevar una gota de rocío
en esta tierra maldita
que se quedó en mi carne
como un estigma del pasado.
Me quedaré... tu te irás,
apoyarás tu rostro en otro rostro,
tus dedos enlazarán otros dedos
y te desplegarás en la madrugada,
pero no sabrás que fui yo quien te logró,
porque yo fui el amigo más íntimo de la noche,
porque apoyé mi rostro en el rostro de la noche
y escuché tus palabras amorosas,
porque mis dedos enlazaron los dedos
en la niebla suspendidos en el espacio
y acerqué a mí la misteriosa esencia
de tu abandono desordenado.
Me quedaré solo como los veleros
en los puertos silenciosos.
Pero te poseeré más que nadie
porque podré irme
y todos los lamentos del mar,
del viento, del cielo, de las aves,
de las estrellas, serán tu voz presente,
tu voz ausente, tu voz sosegada.

Vinicius de Moraes

RUTINAS

A mediados de 1974 explotaban en Buenos Aires diez o doce bombas por la noche. De distinto signo, pero explotaban. Despertarse a las dos o las tres de la madrugada con varios estruendos en cadena, era casi una costumbre. Hasta los niños se hacían a esa rutina. Un amigo porteño empezó a tomar conciencia de esa adaptación a partir de una noche en que hubo una fuerte explosión en las cercanías de su apartamento, y su hijo, de apenas cinco años, se despertó sobresaltado. "¿Que fue eso?", preguntó. Mi amigo lo tomó en brazos, lo acarició para tranquilizarlo, pero, conforme a sus principios educativos, le dijo la verdad: "Fue una bomba". "¡Que suerte!", dijo el niño. "Yo creí que era un trueno".

A un General

Región de manos sucias de pinceles sin pelos
de niños boca abajo de cepillos de dientes

Zona donde la rata se ennoblece
y hay banderas innúmeras y cantan himnos
y alguien te prende, hijo de puta,
una medalla sobre el pecho
Y te pudres lo mismo.

Julio Cortázar

Ermitaños


En una lejana montaña vivían dos ermitaños que rendían culto a Dios y que se amaban uno al otro. Los dos ermitaños poseían una escudilla de barro que constituía su única posesión.
Un día, un espíritu malo entró en el corazón del ermitaño más viejo, el cual fue a ver al más joven.
-Hace ya mucho tiempo que hemos vivido juntos -le dijo-. Ha llegado la hora de separarnos. Portanto, dividamos nuestras posesiones.
Al oírlo, el ermitaño más joven se entristeció.
-Hermano mío -dijo-, me causa pesar que tengas que dejarme. Pero si es necesario que te marches, que así sea. Y fue por la escudilla de barro, y se la dio a su compañero, diciéndole -No podemos repartirla, hermano; que sea para ti.
-No acepto tu caridad -replicó el otro-. No tomaré sino lo que me pertenece. Debemos partirla.
El joven razonó:-Si rompemos la escudilla, ¿de qué nos servirá a ti o a mí? Si te parece, propongo que la juguemos a suerte. Pero el ermitaño persistió en su empeño.
-Sólo tomaré lo que en justicia me corresponde, y no confiaré la escudilla ni mis derechos a la suerte. Debe partirse la escudilla.
El ermitaño más joven, viendo que no salían razones, dijo:-Está bien: si tal es tu deseo, y si te niegas a aceptar la escudilla, rompámosla y repartámosla.
Y entonces el rostro del ermitaño más viejo se descompuso de ira, y gritó:- ¡Ah, maldito cobarde! no te atreves a pelear, ¿eh?

Khalil Gibran

Naranjo en Flor


Era mas blanda que el agua
que el agua blanda
era mas fresca que el rió
naranjo en flor
y en esa calle de hastío
calle perdida
hecho un pedazo de vida
y se marcho.

Primero hay que saber sufrir
después amar, después partir
y al fin andar sin pensamientos
perfume de naranjo en flor
promesas vanas de un amor
que se escaparon con el viento

Después, que importa del después
toda mi vida es el ayer
que me detiene en el pasado
eterna y vieja juventud
que me ha dejado acobardado
como un pájaro sin luz.

Que le habrán hecho mis manos
que le habrán hecho
para dejarme en el pecho
tanto dolor
dolor de vieja arboleda
canción de esquina
con un pedazo de vida
naranjo en flor

Primero hay que saber sufrir
después amar después partir
y al fin andar sin pensamiento
perfume de naranjo en flor
promesas vanas de un amor
que se escaparon en el viento.

Después, que importa del después
toda mi vida es el ayer
que me detiene en el pasado
eterna y vieja juventud
que me ha dejado acobardado
como un pájaro sin luz.

Virgilio y Homero Expósito

recitado por mi, en la siguiente dir:

Un buen poema


Un buen poema
debe tener la fuerza suficiente
para aguantar de todo:
Ediciones caseras,
malas traducciones,
errores de ortografía, erratas,
machetazos a caballo de espadas,
cartas de amor,
bibliotecas olvidadas,
programas de televisión,
películas de arte,
películas de las otras,
ironías de la vida,
correcciones de última hora,
internet,
manifiestos,
revoluciones,
malos gobiernos,
conversaciones de café,
confesiones de media noche,
días con sol, días nublados,
buenas críticas,
malas críticas,
cero críticas.

Un buen poema
debe ser lo suficientemente fuerte
como para soportar
interpretaciones abusivas,
cursos escolares, tesis,
musicalizaciones,
antologías,
presentaciones,
lecturas colectivas,
homenajes, plagios,
epígrafes, dedicatorias,
obras completas.

Alberto Blanco (dedicado a Wislawa Szymborska)

En Silencio


Que este verso, que has pedido,
vaya hacia ti, como enviado
de algún recuerdo volcado
en una tierra de olvido...
para insinuarte al oído
su agonía más secreta,
cuando en tus noches, inquieta
por las memorias, tal vez,
leas, siquiera una vez,
las estrofas del poeta.

¿Yo?... Vivo con la pasión
de aquel ensueño remoto,
que he guardado como un voto,
ya viejo, del corazón.
¡Y sé, en mi amarga obsesión,
que mi cabeza cansada,
de la prisión de ese ensueño
caerá, recién, libertada
¡cuando duerma el postrer sueño
sobre la postrer almohada!

Evaristo Carriego