El tiempo devora
con inclemencia de plaga.
Apresarlo
es comprender los rituales del sueño.
Profanar un santuario que no existe.
Yo,
labrador de apremios y retrasos
proclamo al fin la muerte de los días.
Desde hoy celebraré el instante,
prolongaré en el sueño mis vigilias,
desafiaré la impudicia de estas horas.
Desde hoy apelaré a los dioses
para que envidien las huellas de mis pies.
Aunque el viento repita
su ambición cotidiana.
Osvaldo Rossi
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