Apocalíptica

I

Y vi las sombras de los que fueron,
en sus sepulcros, y así clamaron:
«¡Ay, de los vientres que concibieron!
¡Ay, de los senos que amamantaron!»

II

«La noche asperja los cielos de oro;
mas cada estrella del negro manto
es una gota de nuestro lloro...
¿Verdad que hay muchas? ¡Lloramos tanto...!»

III

«¡Ay, de los seres que se quisieron
y en mala hora nos engendraron!
¡Ay, de los vientres que concibieron!
¡Ay, de los senos que amamantaron!»

IV

Hui angustiado, lleno de horrores;
pero la turba conmigo huía,
y con sollozos desgarradores
su ritornello feroz seguía.

v

«¡Ay, de los seres que se quisieron
Y en mala hora nos engendraron!
¡Ay, de los vientres que concibieron!
¡Ay, de los senos que amamantaron!»

VI

Y he aquí los astros — ¡chispas de fraguas
del viejo Cosmos! — que descendían
y, al apagarse sobre las aguas,
en hiel y absintio las convertían.

VII

Y a los fantasmas su voz unieron
los Siete Truenos; estremecieron
el Infinito y así clamaron:
«¡Ay, de los vientres que concibieron!
¡Ay, de los senos que amamantaron!»


Amado Nervo

En horas de Insomnio


Me voy de aquí, no quiero más oírme;
de mi voz toda voz suéname a eco,
ya falta así de confesor, si peco
se me escapa el poder arrepentirme.

No hallo fuera de mí en que me afirme
nada de humano y me resulto hueco;
si esta cárcel por otra al fin no trueco
en mi vacío acabaré de hundirme.

Oh triste soledad, la del engaño
de creerse en humana compañía
moviéndose entre espejos, ermitaño.

He ido muriendo hasta llegar al día
en que espejo de espejos, soy me extraño
en mí mismo, descubro no vivía.

Miguel de Unamuno

En Lesbos


Sola, en alta rama, enrojece, una dulce manzana.
Alto, en lo más alto, inadvertida a los recolectores.
No, no inadvertida, es que no pudieron alcanzarla.

Safo

ESTA TERNURA


Esta ternura y estas manos libres,
¿a quién darlas bajo el viento? Tanto arroz
para la zorra, y en medio del llamado
la ansiedad de esa puerta abierta para nadie.

Hicimos pan tan blanco
para bocas ya muertas que aceptaban
solamente una luna de colmillo, el té
frío de la vela al alba.
Tocamos instrumentos para la ciega cólera
de sombras y sombreros olvidados. Nos quedamos
con los presentes ordenados en una mesa inútil,
y fue preciso beber la sidra caliente
en la vergüenza de la medianoche.
Entonces, ¿nadie quiere esto,
nadie?


Julio Cortázar

Años


El tiempo pasa
Nos vamos poniendo viejos
Yo el amor
No lo reflejo como ayer
En cada conversación
Cada beso cada abrazo
Se impone siempre un pedazo
De razón

Vamos viviendo
Viendo las horas
Que van pasando
Las viejas discusiones
Se van perdiendo
Entre las razones
Porque años atrás
Tomar tú mano
Robarte un beso
Sin forzar el momento
Hacía parte de una verdad

Porque el tiempo pasa
Nos vamos poniendo viejos
Yo el amor
No lo reflejo como ayer
En cada conversación
Cada beso cada abrazo
Se impone siempre un pedazo
De razón

A todo dices que sí
A nada digo que no
Para poder construir
Esta tremenda armonía
Que pone viejo los corazones

Porque el tiempo pasa
Nos vamos poniendo viejos
Yo el amor
No lo reflejo como ayer
En cada conversación
Cada beso cada abrazo
Se impone siempre un pedazo
De temor

Pablo Milanés

Soneto del amor victorioso


Ni el tiempo que al pasar me repetía
que no tendría fin mi desventura
será capaz con su palabra oscura
de resistir la luz de mi alegría,

ni el espacio que un día y otro día
convertía distancia en amargura
me apartará de la persona pura
que se confunde con mi poesía.

Porque para el Amor que se prolonga
por encima de cada sepultura
no existe tiempo donde el sol se ponga.

Porque para el Amor omnipotente,
que todo lo transforma y transfigura,
no existe espacio que no esté presente.


Francisco luis Bernárdez

El celular (fragmento)


Anoche le contaba a mi hijita Nina un cuento infantil muy famoso, el de Hansel y Gretel de los hermanos Grimm.
En el momento más tenebroso de la aventura, los niños descubren que unos pájaros se han comido las estratégicas bolitas de pan, un sistema muy simple que los hermanitos habían ideado para regresar a casa. Hansel y Gretel se descubren solos en el bosque, perdidos, y comienza a anochecer.
Mi hija me dice, justo en ese punto de clímax narrativo: 'No importa. Que lo llamen al papá por el celular'.
Yo entonces pensé, por primera vez, que mi hija no tiene una noción de la vida ajena a la telefonía inalámbrica. Y al mismo tiempo descubrí qué espantosa resultaría la literatura -toda ella, en general- si el teléfono móvil hubiera existido siempre, como cree mi hija de cuatro años.
Cuántos clásicos habrían perdido su nudo dramático, cuántas tramas hubieran muerto antes de nacer, y sobre todo qué fácil se habrían solucionado los intríngulis más célebres de las grandes historias de ficción.
Piense el lector, ahora mismo, en una historia clásica, en cualquiera que se le ocurra. Desde la Odisea hasta Pinocho, pasando por El viejo y el mar,
Macbeth, El hombre de la esquina rosada o La familia de Pascual Duarte. No importa si el argumento es elevado o popular, no importa la época ni la geografía.
Piense el lector, ahora mismo, en una historia clásica que conozca al dedillo, con introducción, con nudo y con desenlace.

¿Ya está?

Muy bien. Ahora ponga un celular en el bolsillo del protagonista. No un viejo aparato negro empotrado en una pared, sino un teléfono como los que existen hoy: con cobertura, con conexión a correo electrónico y chat, con saldo para enviar mensajes de texto y con la posibilidad de realizar llamadas internacionales cuatribanda.
¿Qué pasa con la historia elegida? ¿Funciona la trama como una seda, ahora que los personajes pueden llamarse desde cualquier sitio, ahora que tienen la opción de chatear, generar videoconferencias y enviarse mensajes de texto? ¿Verdad que no funciona un carajo? (...)

Hernán Casciari

PARANOIA


Madrugada y como un tonto, con esta carta en la mano, estoy buscando un buzón. Los han quitado de todas las esquinas. Probablemente sea ese intendente, Maragall o como se llame, que hoy se dedicó a fastidiarme escondiendo los buzones. He caminado más de diez calles. Ahí veo uno, justo frente al drugstore. Alrededor del buzón hay un grupo de jóvenes, algunos montados en sus motos y otros desmontados, todos con chaquetas de cuero negro. Me observan mientras avanzo hacia ellos. Parezco Kaspar Hauser con esta carta en la mano y con mi cuerpo inclinado un poco hacia adelante como si me fuera a caer de narices. Se están riendo de mí. Voy con la carta extendida hacia el buzón. Veo dos ranuras. Sé que la ranura para las cartas al extranjero es la de la derecha, lo sé, la he utilizado muchas veces, pero ahora lo dudo. Me resulta imprescindible leer esas letras borrosas que hay sobre las ranuras. Me acerco más. Se burlan de mí. Los de las motos. Disfrutan con mi confusión. Leo "extranjero" en la de la derecha. Lo sabía. Me he puesto colorado. La cara me arde. Se me contrajeron los músculos de la nuca y del cuello. Sin embargo no he cometido ninguna torpeza extraordinaria. Coloco la carta en la ranura. Meto la mano lo más profundamente que puedo. Necesito comprobar que cae y no queda pegada al borde donde cualquiera podría robarla. El gesto de arrojar una carta al buzón me parece un acto inconcluso, algo que no se termina de hacer. Al soltar el sobre me quedo desamparado, como si en lugar de haber concretado algo hubiese perdido una oportunidad. Retiro la mano del buzón, no sin esfuerzo. Hago dos o tres inspiraciones. En alguna parte leí que bastan unas inspiraciones para que se pase el rubor: Nunca resultó, pero no puedo evitar hacerlo cada vez que me pongo colorado. No sé si hundir en el bolsillo la mano que llevaba la carta o dejarla vacía, colgando inútilmente. Me sobra una mano. No sé qué hacer con ella. Cuelga de un modo ridículo. Me rasco la cabeza. La carta me había hecho olvidar de esa mano. Ahora de más. Es una mano tan evidente que resulta imposible disimularla. Los de las motos son poderosos testigos. Debo regresar a mi casa inmediatamente. Debería dar media vuelta y tomar por el mismo camino. No puedo. No sé por qué me parece absurdo que ellos confirmen que caminé hasta este lugar sólo para alcanzar el buzón y volver luego a mi casa sin que haya ocurrido algo más importante en mi vida que echar una carta en el buzón. No vuelvo. No puedo hacerlo. Seguiré avanzando hasta la otra esquina. Cuando esté en el campo visual de otra gente, que no sabe que fui al buzón del drugstore, tomaré una transversal y podré regresar a mi casa. Ya estoy cerca de la esquina. Los de las motos conspiran. Han cambiado sus risas por gestos silenciosos. Están en mis espaldas sus miradas. Sé que en un instante más, en cuanto doble la esquina, van a lanzarse sobre ese buzón. Van a encender un papel y lo echarán dentro para que se quemen todas las cartas. No hay manera de impedirlo. Si están aburridos incendiarán el buzón. No puedo suplicarles que no lo hagan. ¿Qué otra diversión puedo ofrecerles a cambio? Cuando se aburran de vacilar en la puerta del drugstore quemarán el buzón. Y mi carta nunca llegará a destino.

José Sbarra

Enemigo Intimo


II

Dice el amante en el amor palabras
que no entiende, mentiras
con que procura defender el brote
de su esperanza, rehecha en cada hora.
Antes de que el amor
desenmascare su voracidad
y en litigio se exprima la mandrágora,
del todo y para siempre
piensa nacer. Pero hay una sonrisa
por el aire que sabe la verdad.
No es el tiempo el que pasa,
sino el amante, y dura
la promesa tan sólo
el instante que dura la expresión.
No somos dueños del amor, ni puede
el éxtasis morderse como un fruto.
Vuelve el amante en sí
y de su vieja soledad recobra
los fatales rincones. Le sorprende
el despreciado intruso
que a hurtarle vino su abundancia, y odia
la mano que hace poco reclamaba.
No somos dueños del amor: amamos
lo que podemos, pues la muerte y
el amor no se escogen. Presentimos
que los raudales de la soledad
volverán a correr aún más copiosos,
pero intentamos destronar la muerte
con el beso. Y en tanto
besamos, se nos vuela la mirada
hacia lo nuestro, que es el desamor
y su cierta inminencia.
Busca el amante introducirse en
el oscuro recinto del amado
para salir del suyo y olvidarse.
Busca otra soledad y no la encuentra,
porque es la soledad el amor mismo
disfrazado de carne y de caricia,
alzando su clamor en el desierto.

Antonio Gala

Se dice de mi


Se dice de mí...
se dice de mí...
Se dice que soy fiera,
que camino a lo malevo,
que soy chueca y que me muevo
con un aire compadrón,
que parezco Leguisamo,
mi nariz es puntiaguda,
la figura no me ayuda
y mi boca es un buzón.

Si charlo con Luis,
con Pedro o con Juan,
hablando de mí
los hombres están.
Critican si ya,
la línea perdí,
se fijan si voy,
si vengo o si fui.

Se dicen muchas cosas,
mas si el bulto no interesa,
¿por qué pierden la cabeza
ocupándose de mí?

Yo sé que muchos
me desprecian compañía
y suspiran y se mueren
cuando piensan en mi amor.
Y más de uno se derrite si suspiro
y se quedan, si los miro,
resoplando como un Ford.

Si fea soy, pongámosle,
que de eso aun no me enteré.
En el amor yo solo sé
que a más de un gil, dejé a pie.
Podrán decir, podrán hablar,
y murmurar y rebuznar,
mas la fealdad que dios me dio
mucha mujer me la envidió.
Y no dirán que me engrupí
porque modesta siempre fui...
¡Yo soy así!

Y ocultan de mí...
ocultan que yo tengo
unos ojos soñadores,
además otros primores
que producen sensación.
Si soy fiera sé que, en cambio,
tengo un cutis de muñeca,
los que dicen que soy chueca
no me han visto en camisón.

Los hombres de mí
critican la voz,
el modo de andar,
la pinta, la tos.
Critican si ya
la línea perdí,
se fijan si voy,
si vengo, o si fui.

Se dicen muchas cosas,
mas si el bulto no interesa,
¿por qué pierden la cabeza
ocupándose de mí?

Ivo Pelay

Al borde


Soy alta;
en la guerra
llegué a pesar cuarenta kilos.
He estado al borde de la tuberculosis,
al borde de la cárcel,
al borde de la amistad,
al borde del arte,
al borde del suicidio,
al borde de la misericordia,
al borde de la envidia,
al borde de la fama,
al borde del amor,
al borde de la playa,
y, poco a poco, me fue dando sueño,
y aquí estoy durmiendo al borde,
al borde de despertar.


Gloria Fuertes

Al ideal


¿A quíén he amado más que a ti, querida sombra?
A mí y en mí yo te he acercado, y desde entonces
Me he convertido casi en sombra y tú en un cuerpo.
Pero mis ojos aprender nunca pudieron
Por su costumbre de mirar todas las cosas fuera de sí:
tú seguirás siendo el eterno fuera de mí ...
¡Ay, esos ojos
Que siempre a mi fuera de mí me están llevando!


F. Nietzsche

Por una cabeza


Por una cabeza
de un noble potrillo
que justo en la raya
afloja al llegar,
y que al regresar
parece decir:
No olvidés, hermano,
vos sabés, no hay que jugar.
Por una cabeza,
metejón de un día
de aquella coqueta
y burlona mujer,
que al jurar sonriendo
el amor que está mintiendo,
quema en una hoguera
todo mi querer.

Por una cabeza,
todas las locuras.
Su boca que besa,
borra la tristeza,
calma la amargura.
Por una cabeza,
si ella me olvida
qué importa perderme
mil veces la vida,
para qué vivir.

Cuántos desengaños,
por una cabeza.
Yo jugué mil veces,
no vuelvo a insistir.
Pero si un mirar
me hiere al pasar,
sus labios de fuego
otra vez quiero besar.
Basta de carreras,
se acabó la timba.
¡Un final reñido
ya no vuelvo a ver!
Pero si algún pingo
llega a ser fija el domingo,
yo me juego entero.
¡Qué le voy a hacer..!

Alfredo Le Pera

Señora


A ella le toco esa vida
y se convirtió en señora
se vistió de la amargura
el corazón sin llanto
y una vida oscura.

No le dieron la mirada
que se besa con la luna
la sonrisa fue fingida
la caricia un llanto
todo fue mentira.

Y el alma le cambió
perdió la fé
y respiró venganza
cada hora.. sin saber
que el tiempo no te deja ver
como es que siempre vuelve
hacia el principio cada vez...

Señora a veces la vida,
nos lleva hasta la locura
y solo nos salva
el amor y el milagro
aunque algún pedazo
nos queda en la duda....

Francisco Céspedes

QUIZÁS LE DANCEN LOS CUERVOS


Cuando tu vida te pida
unas tristes melodías
que el viento mudo las lleve
para que otros también se enteren

Es que hay tanta gente
que por mas que uno los lustre
nunca su brillo se verá en su mente.

Es que hay tanta gente
que por mas que uno le explique
nunca su rabia se convertirá en pena.

Ay, adentro, si se vieran adentro
quizás le dancen los cuervos

Cuando tu nombre desprecie
lo que pase por enfrente
es que un pedazo de tierra
se está muriendo de verguenza

Es que hay tanta gente
que no mira ni a los ojos
mezcla de poca suerte, broncas y odios

Es que hay tanta gente
que se siente despareja
hacen que otros cuelguen de sus condenas

Ay, adentro, si se vieran adentro
quizás le dancen los cuervos

León Gieco

Lo que se ha perdido


Lo que se ha perdido, lo que se debería haber perdido,
lo que se ha conseguido y ha satisfecho por error,
lo que amamos y perdimos y, después de perderlo, vimos,
amándolo por haberlo tenido, que no lo habíamos amado;
lo que creíamos que pensábamos cuando sentíamos;
lo que era un recuerdo y creíamos que era una emoción;
y el mar en todo, llegando allá, rumoroso y fresco,
del gran fondo de toda la noche, a agitarse fino en la playa,
en el decurso nocturno de mi paseo a la orilla del mar.

Fernando Pessoa

AUSENTE


Ausente. La mañana en que me vaya
más lejos de lo lejos al Misterio,
como siguiendo inevitable raya,
tus pies resbalarán al cementerio.
Ausente. La mañana en que a la playa
del mar de sombra y del callado imperio,
como un pájaro lúgubre me vaya,
será el blanco panteón tu cautiverio.
Se, habrá hecho de noche en tus miradas;
y sufrirás, y tomarás entonces
penitentes blancuras laceradas.
Ausente. Y en tus propios sufrimientos
ha de cruzar entre un llorar de bronces
una jauría de remordimientos.

Cesar Vallejo

Se miran, se presienten, se desean,
se acarician, se besan, se desnudan,
se respiran, se acuestan, se olfatean,
se penetran, se chupan, se demudan,
se adormecen, despiertan, se iluminan,
se codician, se palpan, se fascinan,
se mastican, se gustan, se babean,
se confunden, se acoplan, se disgregan,
se aletargan, fallecen, se reintegran,
se distienden, se enarcan, se menean,
se retuercen, se estiran, se caldean,
se estrangulan, se aprietan, se estremecen,
se tantean, se juntan, desfallecen,
se repelen, se enervan, se apetecen,
se acometen, se enlazan, se entrechocan,
se agazapan, se apresan, se dislocan,
se perforan, se incrustan, se acribillan,
se remachan, se injertan, se atornillan,
se desmayan, reviven, resplandecen,
se contemplan, se inflaman, se enloquecen,
se derriten, se sueldan, se calcinan,
se desgarran, se muerden, se asesinan,
resucitan, se buscan, se refriegan,
se rehuyen, se evaden y se entregan.

Oliverio Girondo

QUIERO MORIR SI DE MI VIDA NO HALLO...


Quiero morir si de mi vida no hallo
la meta del misterio que me guía,
quiero morir, volverme ciega y fría
como la planta que fulmina el rayo.
Si lo que ansío decir es lo que callo,
y si he de aborrecer lo que quería
sin asco y sin vergüenza hasta este día,
si todo lo que intento es mero ensayo,
será porque he vivido de mentiras.
Por no morir quiero morir. El viento
que suena entre los muros con sus liras
o el hibisco bermejo, o el fragmento
de la luna, siempre algo, hasta mi queja,
me deslumbra y me deja más perpleja.

Silvina Ocampo

Canción de primavera en otoño


Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer.

Plural ha sido la celeste
historia de mi corazón.
Era una dulce niña, en este
mundo de duelo y aflicción.

Miraba como el alba pura;
sonreía como una flor.
Era su cabellera obscura
hecha de noche y de dolor.

Yo era tímido como un niño.
Ella, naturalmente, fue,
para mi amor hecho de armiño,
Herodías y Salomé...

Juventud, divino tesoro
¡ya te vas para no volver...!
Cuando quiero llorar, no lloro,
y a veces lloro sin querer...

La otra fue más sensitiva,
y más consoladora y más
halagadora y expresiva,
cual no pensé encontrar jamás.

Pues a su continua ternura
una pasión violenta unía.
En un peplo de gasa pura
una bacante se envolvía...

En sus brazos tomó mi ensueño
y lo arrulló como a un bebé...
Y le mató, triste y pequeño
falto de luz, falto de fe...

Juventud, divino tesoro,
¡te fuiste para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro,
y a veces lloro sin querer...

Otra juzgó que era mi boca
el estuche de su pasión
y que me roería, loca,
con sus dientes el corazón

poniendo en un amor de exceso
la mira de su voluntad,
mientras eran abrazo y beso
síntesis de la eternidad:

y de nuestra carne ligera
imaginar siempre un Edén,
sin pensar que la Primavera
y la carne acaban también...

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!...
Cuando quiero llorar, no lloro,
¡y a veces lloro sin querer!

¡Y las demás!, en tantos climas,
en tantas tierras, siempre son,
si no pretexto de mis rimas,
fantasmas de mi corazón.

En vano busqué a la princesa
que estaba triste de esperar.
La vida es dura. Amarga y pesa.
¡Ya no hay princesa que cantar!

Mas a pesar del tiempo terco,
mi sed de amor no tiene fin;
con el cabello gris me acerco
a los rosales del jardín...

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!...
Cuando quiero llorar, no lloro,
y a veces lloro sin querer...

¡Mas es mía el Alba de oro!


Ruben Dario

De la alegría y el dolor


Entonces, dijo una mujer: Háblanos de la Alegría y del Dolor.

Y él respondió:Vuestra alegría es vuestro dolor sin máscara.Y la misma fuente de donde brota vuestra risa fue muchas veces llenada con vuestras lágrimas.Y ¿cómo puede ser de otro modo? Mientras más profundo cave el dolor en vuestro corazón, más alegría podréis contener.
¿No es la copa que guarda vuestro vino la misma copa que estuvo fundiéndose en el horno del alfarero?¿Y no es el laúd que apacigua vuestro espíritu la misma madera que fue tallada con cuchillos?Cuando estéis contentos, mirad en el fondo de vuestro corazón y encontraréis que es solamente lo que os produjo dolor, lo que os da alegría.Cuando estéis tristes, mirad de nuevo en vuestro corazón y veréis que estáis llorando, en verdad, por lo que fue vuestro deleite.
Algunos de vosotros decís: La alegría es superior al dolor y otros: No, el dolor es más grande.
Pero yo os digo que son inseparables.Vienen juntos y, cuando uno de ellos se sienta con vosotros a vuestra mesa, recordad que el otro está durmiendo en vuestro lecho. En verdad, estáis suspensos, como fiel de balanza, entre vuestra alegría y vuestro dolor. Sólo cuando vacíos estáis quietos y equilibrados.Cuando el tesorero os levanta para pesar su oro y su plata, es necesario que vuestra alegría o vuestro dolor suban o bajen.

Khalil Gibran

La mala suerte


Alguien marcó en mis manos,
tal vez hasta en la sombra de mis manos,
el signo avieso de los elegidos por los sicarios de la desventura.
Su tienda es mi morada.
Envuelta estoy en la sombría lona de unas alas que caen y que caen
llevando la distancia dondequiera que vaya,
sin acertar jamás con ningún paraíso a la medida de mis
tentaciones,
con ningún episodio que se asemeje a mi aventura.
Nada. Antros donde no cabe ni siquiera el perfume de la
perduración,
encierros atestados de mariposas negras, de cuervos y de anguilas,
agujeros por los que se evapora la luz del universo.
Faltan siempre peldaños para llegar y siempre sobran
emboscadas y ausencias.
No, no es un guante de seda este destino.
No se adapta al relieve de mis huesos ni a la temperatura de mi piel,
y nada valen trampas ni exorcismos,
ni las maquinaciones del azar ni las jugadas del empeño.
No hay apuesta posible para mí.
Mi lugar está enfrente del sol que se desvía o de la isla que se aleja.
¿No huye acaso el piso con mis precarios bienes?
¿No se transforma en lobo cualquier puerta?
¿No vuelan en bandadas azules mis amigos y se trueca en
carbón el oro que yo toco?
¿Qué más puedo esperar que estos prodigios?
Cuando arrojo mis redes no recojo más que vasijas rotas,
perros muertos, asombrosos desechos,
igual que el pobrecito pescador al comenzar la noche
fantástica del cuento.
Pero no hay desenlace con aplausos y palmas para mí.
¿No era heroico perder? ¿No era intenso el peligro?
¿No era bella la arena?
Entre mi amado y yo siempre hubo una espada;
justo en medio de la pasión el filo helado, el fulgor venenoso
que anunciaba traiciones y alumbraba la herida en el final de la novela.
Arena, sólo arena, en el fondo de todos los ojos que me vieron.
¿Y ahora con qué lágrimas sazonaré mi sal,
con qué fuego de fiebres consteladas encenderé mi vino?
Si el bien perdido es lo ganado, mis posesiones son incalculables.
Pero cada posible desdicha es como un vértigo,
una provocación que la insaciable realidad acepta,
más tarde o más temprano.
Más tarde o más temprano, estoy aquí para que mi temor se cumpla.


Olga Orozco

La necesidad de vencer


Cuando un arquero dispara porque sí, está en posesión de toda su habilidad. Si está disparando por ganar una hebilla de bronce, ya está nervioso. Si el premio es de oro, se ciega o ve dos blancos... ¡Ha perdido la cabeza! Su habilidad no ha variado. Pero el premio lo divide. Está preocupado. Piensa más en vencer que en disparar... Y la necesidad de ganar le quita poder.


Thomas Merton

EL ESPANTAPÁJAROS


-Debes de estar cansado de permanecer inmóvil en este solitario campo- dije en día a un espantapájaros.
-La dicha de asustar es profunda y duradera; nunca me cansa.
Tras un minuto de reflexión, le dije:
-Es verdad; pues yo también he conocido esa dicha.
-Sólo quienes están rellenos de paja pueden conocerla.
Entonces, me alejé del espantapájaros, sin saber si me había elogiado o minimizado.Transcurrió un año, durante el cual el espantapájaros se convirtió en filósofo.Y cuando volví a pasar junto a él, vi que dos cuervos habían anidado bajo su sombrero.

GIBRÁN KHALIL GIBRÁN

Aforismo VII

El sol nace para el ciego
así como para el vidente.
Está en los ojos de uno y en la piel del otro.
No a distancia como cree la gente.
Muchos son entonces los colores
y éstos varían según la luz.
Muchas son las verdades mundanas
y éstas varían según los hombres.


Swami Maitreyananda

ESA ES TU PENA


Esa es tu pena.
Tiene la forma de un cristal de nieve que no podría existir si no existieras y el perfume del viento que acarició el plumaje de los amaneceres que no vuelven.
Colócala a la altura de tus ojosy mira cómo irradia con un fulgor azul de fondo de leyenda, o rojizo, como vitral de insomnio ensangrentado por el adiós de los amantes, o dorado, semejante a un letárgico brebaje que sorbieron los ángeles.
Si observas al trasluz verás pasar el mundo rodando en una lágrima.
Al respirar exhala la preciosa nostalgia que te envuelve, un vaho entretejido de perdón y lamentos que te convierte en reina del reverso del cielo. Cuando la soplas crece como si devorara la íntima sustancia de una llama y se retrae como ciertas flores si la roza cualquier sombra extranjera.
No la dejes caer ni la sometas al hambre y al veneno; sólo conseguirás la multiplicación, un erial, la bastarda maleza en vez de olvido.
Porque tu pena es única, indeleble y tiñe de imposible cuanto miras.
No hallarás otra igual, aunque te internes bajo un sol cruel entre columnas rotas, aunque te asuma el mármol a las puertas de un nuevo paraíso prometido.
No permitas entonces que a solas la disuelva la costumbre, no la gastes con nadie.
Apriétala contra tu corazón igual que a una reliquia salvada del naufragio;
sepúltala en tu pecho hasta el final, hasta la empuñadura.

Olga Orozco

Un cambio en los climas del corazón


Un cambio en los climas del corazón
vuelve seco lo húmedo, la bala de oro estalla
sobre la tumba helada.
Un clima en la comarca de las venas
cambia la noche en día; la sangre entre sus soles
ilumina al viviente gusano.

Un cambio en el ojo advierte a tiempo
la ceguera hasta el hueso; y el útero incorpora
una muerte mientras surge la vida.

Una sombra en el clima del ojo
es a medias su luz; el mar sondeado irrumpe
sobre una tierra sin arpones.
La semilla que del lomo hace una selva
divide en dos su fruto; y la mitad se escurre
lenta en un viento dormido.

Un clima en la carne y el hueso
es seca y húmeda; el viviente y el muerto
se mueven como espectros ante el ojo.

Un cambio en el clima del mundo
vuelve espectro al espectro; y cada niño dentro su madre
se repliega en su doble de sombra.
Un cambio echa la luna dentro del sol,
tira de las ajadas cortinas de la piel;
y el corazón entrega a sus muertos.

Dylan Thomas

Tao

XXXVIII

La virtud superior no se precia de virtuosa,
esa es su virtud.
La virtud inferior aprecia su propia virtud,
por eso no tiene virtud.
La virtud superior no actúa
ni tiene objetivos que alcanzar.
La virtud inferior actúa
y tiene objetivos que alcanzar.
La bondad superior actúa
y no tiene objetivos.
La justicia superior actúa
y tiene objetivos.
El rito superior actúa
y, si no halla respuesta, la fuerza.
Así, perdido el Tao, queda la virtud.
Perdida la virtud, queda la bondad.
Perdida la bondad, queda la justicia.
Perdida la justicia, queda el rito.
El rito es sólo apariencia de fidelidad
y origen de todo desorden.
El conocimiento es sólo flor del Tao
y origen de la necedad
Así, el hombre grande
observa lo profundo y no lo superficial.
Se atiene al fruto y no a la flor,
rechaza esto y prefiere aquello.

Lao Tse

Civilización


La civilización es una enfermedad producida por los experimentos de las empresas constructoras con mate­riales podridos.
Los que admiran la civilización moderna la identifi­can generalmente con la máquina de vapor y el telégrafo eléctrico.
Los que entienden la máquina de vapor y el telégrafo eléctrico se pasan la vida intentando sustituirlos con algo mejor.
La imaginación no puede concebir un criminal más vil que el que quisiera construir otro Londres como el actual, ni mayor bienhechor que el que quisiera destruirlo.

Bernard Shaw

La tortuga del catolicismo


La cúpula del Escorial, bajo el bautismo
del agresivo sol que irrita, ciega y daña,
es el caparazón de hipocondría y saña
de la inmensa tortuga del catolicismo.

Tartamudea el esquilón en la espadaña...
Guarda el macizo templo que se agobia a sí mismo
el detestable gusto del jesuitismo
sobre el triste panteón de los reyes de España.

... Un inquisitorial esfuerzo de pigricia
de Felipe y de Herrera. La fe que ajusticia
le ha dado al Monasterio color de ictericia.

¡Siniestro galápago, grave, ocre y moroso,
simbolizas la fuerza estéril del coloso
que al encontrarse feo se torna bilioso!


Mauricio Bacarisse

Un minuto para lo absurdo


Érase una vez un hombre que tenía miedo de sus huellas. De modo que, en lugar de caminar, se puso a correr, con lo que únicamente consiguió aumentar el número de sus huellas.

Anthony de Mello

Siddaharta


Sin saber si existía el tiempo, si había pasado un segundo o cien años, desconociendo si eran realidad un Gotama, un Siddharta, si vivía el yo y el tú, alcanzado su interior por una flecha divina cuya herida es dulce, encantado y roto su corazón..., Govinda permaneció todavía un tiempo inclinado sobre el rostro bronceado de Siddharta, el que besara hacía un momento, el que fuera escenario de todas las transformaciones, de todos los orígenes, de todo lo existente.
El rostro de Siddharta no había cambiado tras cerrarse en su superficie la profundidad y la multiplicidad; sonreía serena, suavemente, quizá muy bondadoso, acaso irónico, exactamente como había sonreído el majestuoso.
Govinda se inclinó profundamente: las lágrimas rodaron por sus mejillas arrugadas, sin que él siquiera lo notara; sintió como fuego su más profundo amor, su más modesta veneración en el alma. Se inclinó ante Siddharta casi hasta el suelo; Siddharta permanecía sentado, sin moverse, y su sonrisa recordaba que jamás había amado, que nunca en la vida había tenido algo que considerase valioso y sagrado.

Hermann Hesse

IDILIO

Tú querías que yo te dijera
el secreto de la primavera.

Y yo soy para el secreto
lo mismo que es el abeto.

Árbol cuyos mil deditos
señalan mil caminitos.

Nunca te diré, amor mío,
por qué corre lento el río.

Pero pondré en mi voz estancada
el cielo ceniza de tu mirada.

¡Dame vueltas, morenita!
Ten cuidado con mis hojitas.

Dame más vueltas alrededor,
jugando a la noria del amor.

¡Ay! No puedo decirte, aunque quisiera,
el secreto de la primavera.


F. Garcia Lorca

ÁGAPE


Hoy no ha venido nadie a preguntar;
ni me han pedido en esta tarde nada.
No he visto ni una flor de cementerio
en tan alegre procesión de luces.
Perdóname, Señor: ¡qué poco he muerto!
En esta tarde todos, todos pasan
sin preguntarme ni pedirme nada.
Y no sé qué se olvidan y se queda
mal en mis manos, como cosa ajena.
He salido a la puerta,
y me da ganas de gritar a todos:
Si echan de menos algo, ¡aquí se queda!
Porque en todas las tardes de esta vida,
yo no sé con qué puertas dan a un rostro,
y algo ajeno se toma el alma mía.
Hoy no ha venido nadie;
y hoy he muerto ¡qué poco en esta tarde!

César Vallejo

Tratados filosoficos


"El aspecto del mundo sólo nos es soportable cuando le vemos a
través del humo del fuego de pasiones agradables, unas veces oculto
como un objeto de adivinación, otras empequeñecido y abreviado,
otras indistinto, pero siempre ennoblecido. Sin nuestros afectos, el
mundo es número y línea, ley y absurdo; en todo caso la paradoja más repulsiva y pretenciosa."

"Nuestras pasiones son la vegetación que cubre la roca desnuda de
los hechos."

Friedrich NIETZSCHE

El sabio no tiene ideas


(...) Mientras los demás encarnan diferentes aspectos de la sabidu­ría, uno la «pureza», otro el «sentido de la responsabilidad», otro el carácter «acomodaticio», para Confucio «es el momento de la sabi­duría», lo que equivale a esta ecuación: lo «posible» es el «momento». «Confucio» no manifiesta tal o cual aspecto par­ticular de la sabiduría, sino la sabiduría que puede realizarse en cada instante, y según sus aspectos más diversos, variando de un po­lo a otro -de la complacencia a la intransigencia- y, por tanto, cubriendo la gama entera. Vemos así por qué Confucio «no tiene ideas»: no sólo porque una idea es demasiado individual (al provenir de un punto de vista particular), sino también porque una idea es en exceso general: transciende abusivamente la diferencia de los «momentos». Una idea está paradójicamente viciada por los dos lados: a la vez de­masiado parcial («una» idea, mi idea) y demasiado abstracta (co­mo «idea»); al mismo tiempo restrictiva (porque privilegia) y ex­tensiva (subsume casos muy diversos). En cambio, al adaptarse a la posibilidad del momento hasta el punto de borrar todo yo perso­nal, Confucio consigue mantener una normatividad, pero sin que sea exclusiva y categórica; y es variando así de un polo al otro, de un extremo al otro, como puede realizar el justo medio continuo de la regulación. Pero es necesario precisar lo que se entiende por «justo medio». La noción nos parece familiar, corriente, trasnochada hasta el punto de no esperar ya nada de ella, reconozcámoslo. Hace ya tiempo que la filosofía desistió de sacar de ella un provecho teóri­co y, abandonándola, la relegó a las trivialidades de un tópico. Inconsideradamente quizá, porque puede que ese lugar común del justo medio resulte ser más paradójico de lo que parece y conten­ga recursos aún inexplorados.

­François Jullien


Entre mis manos

Un día tomé entre mis manos
tu rostro. Sobre él caía la luna.
El más increíble de los objetos
sumergido bajo el llanto.
Como algo solícito, que existe en silencio,
tenía que durar casi como una cosa.
Y con todo nada había en la fría noche
que más infinitamente se me escapara.
Oh, porque desembocamos en estos lugares,
se apresuran hacia la pequeña superficie
todas las ondas de nuestro corazón,
voluptuosidad y desfallecimiento,
y al fin, ¿a quién ofrecemos todo esto?
Ay, al extraño, que nos ha malentendido,
ay, a aquel otro, que nunca hemos encontrado,
a aquellos siervos, que nos han maniatado,
a los vientos de primavera, que se han desvanecido,
y a la quietud, la perdedora.

Rainer Maria Rilke

El Mundo Perfecto


Dios de las almas perdidas, tú que estás perdido entre los dioses, escúchame: Vivo entre una raza de hombres perfecta, yo, el más imperfecto de los hombres. Yo, un caos humano, nebulosa de confusos elementos, deambulo entre mundos perfectamente acabados; entre pueblos que se rigen por leyes bien elaboradas y que obedecen un orden puro, cuyos pensamientos están catalogados, cuyos sueños son ordenados, y cuyas visiones están inscritas y registradas. Sus virtudes, ¡oh Dios!, están medidas, sus pecados están bien calculados por su peso, y aun los innumerables actos que suceden en el nebuloso crepúsculo de lo que no es pecado ni virtud están registrados y catalogados. En este mundo, las noches y los días están convenientemente divididos en estaciones de conducta y están gobernados por normas de impecable exactitud. Comer, beber, dormir, cubrir la propia desnudez, y luego cansarse, todo a su debido tiempo. Trabajar, jugar, cantar, bailar, y luego yacer tranquilo, cuando el reloj da la hora para ello. Pensar esto, sentir aquello, y luego dejar de pensar y de sentir cuando cierta estrella se alza en el horizonte. Robar al vecino con una sonrisa, dar regalos con un gracioso ademán, elogiar prudentemente, acusar con cautela, destruir un alma con una palabra, quemar un cuerpo con el aliento, y luego lavarse las manos, cuando se ha terminado el trabajo del día. Amar según el orden establecido, entretenerse en lo mejor de uno mismo según cierta manera prefabricada, rendir culto a los dioses con el debido decoro, intrigar y engañar a los demonios diestramente, y luego olvidarlo todo, como si la memoria hubiese muerto. Imaginar con un motivo determinado; proyectar con consideración; ser feliz dulcemente; sufrir con nobleza; y luego, vaciar la copa, de manera que mañana podamos llenarla otra vez.
Todas estas cosas, ¡oh Dios!¡, están concebidas con preclara visión, han nacido con un propósito firme, se mantienen con esmero y exactitud, se gobiernan según las normas y la razón, y luego se asesinan y se entierran según el método prescrito. Y aun sus silenciosas tumbas que yacen dentro del alma humana, cada una tiene su marca y su número.
Es un mundo perfecto; de maravillas; el más maduro fruto del jardín de Dios; el pensamiento rector del universo. Pero dime, ¡oh Dios!, ¿por qué tengo que estar allí, yo, semilla de pasión insatisfecha, loca tempestad que no va en pos del oriente ni del occidente, aturdido fragmento de un planeta que pereció en las llamas?¿Por qué estoy aquí, ¡oh Dios! de las almas perdidas? Dímelo tú, oh Dios, que te encuentras perdido entre los demás dioses...

GIBRÁN KHALIL GIBRÁN

El otro camino, y un solo fuego...


“Un solo fuego me viene del centro, se irradia, contagia, provoca, estremece y apunta decididamente. Estallo en pedazos y convoco esta noche a todas las mujeres que me habitan. Descargo y proyecto mi luz, buscando la huella, siendo siempre otra y a la vez la misma... la que sueña, dibuja y crea surcos, en el otro camino”.

Myriam Cubelos

Cuando la vida era plena, no había historia

En la era en que la vida sobre la tierra era plena, nadie prestaba particular atención a los hombres valiosos, ni señalaba al hombre de habilidad. Los gobernantess eran simplemente las ramas más altas del árbol, y el pueblo era como los ciervos de los bosques. Eran honestos y justos, sin darse cuenta que estaban "cumpliendo con su deber". Se amaban los unos a los otros y no sabían que eso significaba "amar al prójimo". No engañaban a nadie y aún así no sabían que eran hombres "honestos". Eran íntegros y no sabían que aquello era "buena fe". Vivían juntos libremente, dando y tomando, y no sabían que eran "generosos". Por esta razón, sus hechos no han sido narrados. No hicieron historia.

Chuang Tzu

Thomas Merton


"A tí no te preocupan tanto los principios éticos y las respuestas tradicionales a las cuestiones tradicionales, porque muchos hombres han decidido no volver a plantearse tales cuestiones. Lo que te interesa más no son las respuestas formales ni las definiciones exactas, sino intuiciones difíciles en un momento de crísis humana. Tales intuiciones no pueden ser consoladoras ni bien definidas: son oscuras e irónicas. No se pueden traducir en un programa que resuelva todos los problemas de la sociedad, pero quizas hagan posible a alguna rara persona, aquí o allá, seguir viva y estar despierta en un momento en que lo deseable es estar despierto: un momento de decisión definitiva, en que note una amenaza en las raíces de su propia existencia. Has considerado la amenaza crítica del ahora, la de la deshumanización, y la has tratado como podías, con poesía e ironía, más que con declamación trágica o con fórmulas confesionales".

Thomas Merton

Y de pronto anochece

Cada uno está solo sobre el corazón de la tierra
traspasado por un rayo de sol:
y de pronto anochece.

Salvatore Quasimodo

Who Wants To Live Forever


No hay tiempo para nosotros
No hay lugar para nosotros
Qué es esta cosa que crea nuestros sueños que a pesar de todo se nos escapan

Quién quiere vivir para siempre
Quién quiere vivir para siempre

No hay oportunidad para nosotros
Está todo decidido para nosotros
Este mundo tiene sólo un buen momento desechado para nosotros

Quién quiere vivir para siempre
Quién quiere vivir para siempre

Quién se atrevería a amar para siempre
Cuando el amor debe morir

Mas toca mis lágrimas con tus labios
Toca mi mundo con tus dedos
Y podemos tener para siempre
Y podemos amar para siempre
Para siempre es nuestro día de hoy

Quién quiere vivir para siempre
Quién quiere vivir para siempre
Para siempre es nuestro día de hoy

Sin embargo, ¿Quién espera para siempre?

QUEEN

¿Quién?

¿Quién escucha a Quién cuando hay silencio?
¿Quién empuja a Quién, si uno no anda?
¿Quién recibe más al darse un beso?
¿Quién nos puede dar lo que nos falta?

¿Quién enseña a Quién a ser sincero?
¿Quién se acerca a Quién nos da la espalda?
¿Quién cuida de aquello que no es nuestro?
¿Quién devuelve a Quién la confianza?

¿Quién libera a Quién del sufrimiento?
¿Quién acoge a Quién en esta casa?
¿Quién llena de luz cada momento?
¿Quién le da sentido a la Palabra?

¿Quién pinta de azul el Universo?
¿Quién con su paciencia nos abraza?
¿Quién quiere sumarse a lo pequeño?
¿Quién mantiene intacta la Esperanza?

¿Quién está más próximo a lo eterno:
el que pisa firme o el que no alcanza?
¿Quién se adentra al barrio más incierto
y tiende una mano a sus “crianzas”?

¿Quién elige a Quién de compañero?
¿Quién sostiene a Quién no tiene nada?
¿Quién se siente unido a lo imperfecto?
¿Quién no necesita de unas alas?


Luis Guitarra

Ver y escuchar:

El recipiente sediento


Un hombre estaba perdido en el desierto, destinado a morir de sed. Llegó a una cabaña vieja, sin ventanas y sin techo. El hombre anduvo por ahí y se encontró con una pequeña sombra donde protegerse del calor y el sol del desierto. Mirando a su alrededor, vio una vieja bomba de agua, toda oxidada. Se arrastró hacia allí, tomó la manivela y comenzó a bombear y a bombear sin parar, pero nada sucedía. Desilusionado, cayó postrado hacia atrás, y entonces notó que a su lado había una botella vieja. La miró, la limpió de todo el polvo que la cubría, y pudo leer que decía: “Usted necesita, primero preparar la bomba con toda el agua que contiene esta botella mi amigo, después, por favor tenga la gentileza de llenarla nuevamente antes de marcharse”. El hombre desenroscó la tapa de la botella, y vio que estaba llena de agua. ¡Llena de agua! De pronto, se vio en un dilema: si bebía aquella agua, él podría sobrevivir, pero si la vertía en esa bomba vieja y oxidada, tal vez obtendría agua fresca, y podría tomar toda el agua que quisiese otal vez no. Tal vez, la bomba no funcionaría y el agua de la botella sería desperdiciada. ¿Qué debía hacer? ¿Derramar el agua en la bomba y esperar a que saliese agua fresca, o beber el agua vieja de la botella e ignorar el mensaje? ¿Debía perder toda el agua, con la esperanza de que aquellas instrucciones, poco fiables, escritas no sabía cuánto tiempo atrás, fueran ciertas?


POR ESTA VEZ, LES PROPONGO A LOS LECTORES QUE TERMINEN EL CUENTO... LUEGO LES MUESTRO EL FINAL... ¡SALUDOS!

AUTORES: Jaume Soler y M. Mercè Conangla

Hormigas

Tracey Hill era niña en un pueblo de Connecticut, y
practicaba entretenimientos propios de su edad, como
cualquier otro tierno angelito de Dios en el estado de
Conecticut o en cualquier otro lugar de este planeta.
Un día, junto a los compañeritos de la escuela, Tracey
se puso a echar fósforos encendidos en un hormiguero.
Todos disfrutaron mucho de este sano esparcimiento
infantil: pero a Tracey la impresionó algo que los demás
no vieron, o hicieron como que no veían, pero que a ella
la paralizó, y le dejó para siempre, una señal en la memoria:
ante el fuego, ante el peligro, las hormigas se separaban
en parejas, y de a dos, bien juntas, bien
pegaditas, esperaban la muerte.

Eduardo Galeano

Ausencia

Dejaré que muera en mí el deseo
de amar tus ojos dulces,
porque nada te podré dar sino la pena
de verme eternamente exhausto.
No obstante, tu presencia es algo
como la luz y la vida.
Siento que en mi gesto está tu gesto
y en mi voz tu voz.
No quiero tenerte porque en mi ser
todo estará terminado.
Sólo quiero que surjas en mí
como la fe en los desesperados,
para que yo pueda llevar una gota de rocío
en esta tierra maldita
que se quedó en mi carne
como un estigma del pasado.
Me quedaré... tu te irás,
apoyarás tu rostro en otro rostro,
tus dedos enlazarán otros dedos
y te desplegarás en la madrugada,
pero no sabrás que fui yo quien te logró,
porque yo fui el amigo más íntimo de la noche,
porque apoyé mi rostro en el rostro de la noche
y escuché tus palabras amorosas,
porque mis dedos enlazaron los dedos
en la niebla suspendidos en el espacio
y acerqué a mí la misteriosa esencia
de tu abandono desordenado.
Me quedaré solo como los veleros
en los puertos silenciosos.
Pero te poseeré más que nadie
porque podré irme
y todos los lamentos del mar,
del viento, del cielo, de las aves,
de las estrellas, serán tu voz presente,
tu voz ausente, tu voz sosegada.

Vinicius de Moraes

RUTINAS

A mediados de 1974 explotaban en Buenos Aires diez o doce bombas por la noche. De distinto signo, pero explotaban. Despertarse a las dos o las tres de la madrugada con varios estruendos en cadena, era casi una costumbre. Hasta los niños se hacían a esa rutina. Un amigo porteño empezó a tomar conciencia de esa adaptación a partir de una noche en que hubo una fuerte explosión en las cercanías de su apartamento, y su hijo, de apenas cinco años, se despertó sobresaltado. "¿Que fue eso?", preguntó. Mi amigo lo tomó en brazos, lo acarició para tranquilizarlo, pero, conforme a sus principios educativos, le dijo la verdad: "Fue una bomba". "¡Que suerte!", dijo el niño. "Yo creí que era un trueno".

A un General

Región de manos sucias de pinceles sin pelos
de niños boca abajo de cepillos de dientes

Zona donde la rata se ennoblece
y hay banderas innúmeras y cantan himnos
y alguien te prende, hijo de puta,
una medalla sobre el pecho
Y te pudres lo mismo.

Julio Cortázar

Ermitaños


En una lejana montaña vivían dos ermitaños que rendían culto a Dios y que se amaban uno al otro. Los dos ermitaños poseían una escudilla de barro que constituía su única posesión.
Un día, un espíritu malo entró en el corazón del ermitaño más viejo, el cual fue a ver al más joven.
-Hace ya mucho tiempo que hemos vivido juntos -le dijo-. Ha llegado la hora de separarnos. Portanto, dividamos nuestras posesiones.
Al oírlo, el ermitaño más joven se entristeció.
-Hermano mío -dijo-, me causa pesar que tengas que dejarme. Pero si es necesario que te marches, que así sea. Y fue por la escudilla de barro, y se la dio a su compañero, diciéndole -No podemos repartirla, hermano; que sea para ti.
-No acepto tu caridad -replicó el otro-. No tomaré sino lo que me pertenece. Debemos partirla.
El joven razonó:-Si rompemos la escudilla, ¿de qué nos servirá a ti o a mí? Si te parece, propongo que la juguemos a suerte. Pero el ermitaño persistió en su empeño.
-Sólo tomaré lo que en justicia me corresponde, y no confiaré la escudilla ni mis derechos a la suerte. Debe partirse la escudilla.
El ermitaño más joven, viendo que no salían razones, dijo:-Está bien: si tal es tu deseo, y si te niegas a aceptar la escudilla, rompámosla y repartámosla.
Y entonces el rostro del ermitaño más viejo se descompuso de ira, y gritó:- ¡Ah, maldito cobarde! no te atreves a pelear, ¿eh?

Khalil Gibran

Naranjo en Flor


Era mas blanda que el agua
que el agua blanda
era mas fresca que el rió
naranjo en flor
y en esa calle de hastío
calle perdida
hecho un pedazo de vida
y se marcho.

Primero hay que saber sufrir
después amar, después partir
y al fin andar sin pensamientos
perfume de naranjo en flor
promesas vanas de un amor
que se escaparon con el viento

Después, que importa del después
toda mi vida es el ayer
que me detiene en el pasado
eterna y vieja juventud
que me ha dejado acobardado
como un pájaro sin luz.

Que le habrán hecho mis manos
que le habrán hecho
para dejarme en el pecho
tanto dolor
dolor de vieja arboleda
canción de esquina
con un pedazo de vida
naranjo en flor

Primero hay que saber sufrir
después amar después partir
y al fin andar sin pensamiento
perfume de naranjo en flor
promesas vanas de un amor
que se escaparon en el viento.

Después, que importa del después
toda mi vida es el ayer
que me detiene en el pasado
eterna y vieja juventud
que me ha dejado acobardado
como un pájaro sin luz.

Virgilio y Homero Expósito

recitado por mi, en la siguiente dir:

Un buen poema


Un buen poema
debe tener la fuerza suficiente
para aguantar de todo:
Ediciones caseras,
malas traducciones,
errores de ortografía, erratas,
machetazos a caballo de espadas,
cartas de amor,
bibliotecas olvidadas,
programas de televisión,
películas de arte,
películas de las otras,
ironías de la vida,
correcciones de última hora,
internet,
manifiestos,
revoluciones,
malos gobiernos,
conversaciones de café,
confesiones de media noche,
días con sol, días nublados,
buenas críticas,
malas críticas,
cero críticas.

Un buen poema
debe ser lo suficientemente fuerte
como para soportar
interpretaciones abusivas,
cursos escolares, tesis,
musicalizaciones,
antologías,
presentaciones,
lecturas colectivas,
homenajes, plagios,
epígrafes, dedicatorias,
obras completas.

Alberto Blanco (dedicado a Wislawa Szymborska)

En Silencio


Que este verso, que has pedido,
vaya hacia ti, como enviado
de algún recuerdo volcado
en una tierra de olvido...
para insinuarte al oído
su agonía más secreta,
cuando en tus noches, inquieta
por las memorias, tal vez,
leas, siquiera una vez,
las estrofas del poeta.

¿Yo?... Vivo con la pasión
de aquel ensueño remoto,
que he guardado como un voto,
ya viejo, del corazón.
¡Y sé, en mi amarga obsesión,
que mi cabeza cansada,
de la prisión de ese ensueño
caerá, recién, libertada
¡cuando duerma el postrer sueño
sobre la postrer almohada!

Evaristo Carriego

Acción desinteresada (Un minuto para lo absurdo)


“Lo que más me deprime es la absoluta vulgaridad de mi existencia. Jamás en la vida he hecho nada tan importante como para merecer la atención del mundo”.
“Te equivocas si piensas que es la atención del mundo lo que hace que una acción sea importante”, dijo el Maestro.
Siguió una larga pausa.
“Bueno, pero es que tampoco he hecho nada que haya influido en alguien, ni para bien ni para mal...”
“Te equivocas si piensas que es el influir en los demás lo que hace que una acción sea importante”, volvió a decir el Maestro.

“Pero, entonces, ¿qué es lo que hace que una acción sea importante?”

“El realizarla por sí misma y poniendo en ello todo el propio ser. Entonces resulta ser una acción desinteresada, semejante a la actividad de Dios”.

Antony de Mello

DE LOS ESBOZOS

Oh vida, vida, tiempo milagroso, que va
de contradicción en contradicción,
a veces en tu marcha, tan mala, tan difícil,
tan arrastrada, y luego, de repente, tendiendo
las alas, de indecible anchura, como un ángel:
oh, inexplicable, oh tiempo de la vida.

Entre toda existencia que se osó con grandeza
¿puede haber otra más ardiente y atrevida?
Estamos apoyándonos en nuestros propios limites,
arrancando algo nunca conocible.

Rainer Maria Rilke

Hombres necios


Hombres necios que acusáis
a la mujer, sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis;

si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?

Combatís su resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.

Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco,
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.

Queréis, con presunción necia,
hallar a la que buscáis
para prentendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia.

¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?

Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.

Opinión, ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana.

Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel,
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.

¿Pues como ha de estar templada
la que vuestro amor pretende?,
¿si la que es ingrata ofende,
y la que es fácil enfada?

Mas, entre el enfado y la pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos en hora buena.

Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.

¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada,
o el que ruega de caído?

¿O cuál es de más culpar,
aunque cualquiera mal haga;
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?

¿Pues, para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.

Dejad de solicitar,
y después, con más razón,
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.

Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.

Sor Juana Inés de la Cruz

Los Hijos


Vuestros hijos no son vuestros hijos: son los hijos y las hijas de las ansias de vida que sienten la misma Vida.

Vienen a través de vosotros; pero no desde vosotros; y aunque estén con vosotros, no os pertenecen.

Podéis darles vuestro amor, pero no vuestros pensamientos; porque tienen sus propios pensamientos.

Podéis hospedar sus cuerpos; pero no sus almas: porque sus almas habitan en la casa del mañana que no podéis visitar, ni siquiera en vuestros sueños.

Podéis esforzaros por ser como ellos; pero no intentéis hacerlos como vosotros. Porque la vida no marcha hacia atrás ni se detiene en el ayer.

Sois los arcos mediante los cuales vuestros niños, como flechas vivientes, son disparados.

El Arquero ve el blanco sobre el sendero del infinito, y El os doblega con su poder para que sus flechas puedan volar rápido y lejos.

Dejad alegremente que la mano del flechero os arquee: Porque, así como El ama a la flecha que vuela, asi ama El también al arco, que es estable.

Khalil Gibran

Las Puertas de la Percepción (Fragmento)


En tiempos ordinarios, el ojo se dedica a problemas como ¿Dónde?, ¿A qué distancia?¿Cuál es la situación respecto a tal o cual cosa?En la experiencia de la mezcalina, las preguntas implícitas a las que el ojo responde son de otro orden. El lugar y la distancia dejan de tener mucho interés.La mente obtiene su percepción en función de intensidad de existencia, de profundidad de significado, de relaciones dentro de un sistema.Veía los libros, pero no estaba interesado en las posiciones que ocupaban en el espacio. Lo que advertía, lo que se grababa en mi mente, era que todos ellos brillaban con una luz viva y que la gloria era en algunos de ellos más manifiesta que en otros.En relación con esto la posición y las tres dimensiones quedaban al margen. Ello no significaba, desde luego, la abolición de la categoría del espacio.Cuando me levanté y caminé pude hacerlo con absoluta normalidad, sin equivocarme en cuanto al paradero de los objetos. El espacio seguía allí. Pero había perdido su predominio.La mente se interesaba primordialmente no en las medidas y las colocaciones, sino en el ser y el significado. Y junto a la indiferencia por el espacio, había una indiferencia igualmente completa por el tiempo. -Se diría que hay tiempo de sobra. –

Era todo lo que contestaba cuando el investigador me pedía que le dijera lo que yo sentía acerca del tiempo.


Aldus Huxley